A sus 41 años, Marcelo asegura que no le apetece volver. Los hijos no son bebés y están perfectamente integrados en el colegio. “Vinimos buscando aventura“, dice él; “una vida mejor”, apunta ella. Pero la difícil situación económica, con Marcelo en paro hace casi dos años, no puede prolongarse indefinidamente.
Marcelo y su compañera trabajaban en su país cosiendo en una fábrica de ropa. El viaje a España lo hicieron por separado pero con contratos de trabajo. Ella en un restaurante, en el que continúa de momento, y él en un almacén de informática. Cada mes que pasa se desvanece un poco más la esperanza de encontrar trabajo. “Quiero ayudarla a ella, que soporta toda la carga familiar“, comenta.
Acceder al mercado laboral es muy difícil a raíz de la crisis, más “si no hay un título que presentar“, lamenta un familiar. Marcelo no tiene problemas en trabajar “en lo que sea“, pero sí “dificultad” para encontrar esa oportunidad. “Si esto no mejora, no podemos seguir así“, afirma con un acento que pese a los tres años en España continúa muy marcado. Con cinco de familia, una casa y sólo un sueldo se hace cuesta arriba llegar a fin de mes. “Cuando llegué las cosas estaban mejor, pero ahora es horrible“, subraya su compañera.
Si llega el momento, se irá toda la familia: los cinco. “Las cosas cambian, los niños son grandes y ya no nos vamos a separar“, argumentan. La hija mayor, con 17 años, ni se lo plantea. A los dos pequeños tampoco les apetece. “Cuando se portan mal o los tenemos que castigar les decimos: ¡Mira, que te mando para la República Dominicana!“, apunta Marcelo. Sus hijos, que pasaron dos años allí sin sus padres, les replican: “Nos iremos si vosotros vais también“.
Por David Ibañez